domingo, 1 de octubre de 2017

deathsimulator.apk

Entro a la cocina, cojo un par de chicles y salgo de casa con prisa. Camino por las mismas calles grises de siempre. Una acera demasiado estrecha, consumida por una carretera por la que los coches circulan demasiado deprisa. Alcantarillas viejas hacen que la acera sea un verdadero campo de minas, más de una persona ha acabado con al menos una pierna atascada ahí. Esquivo las alcantarillas tan rápido como puedo, intentando superar a los coches en velocidad. He quedado con Natasha y ya llego media hora tarde.

Llego a casa de Natasha y empieza el festival de la falsedad. Una orquesta de conversaciones incómodas propias de un ascensor ambientan toda la tarde. Tiene 19 años, como yo, pero ahí acaban las coincidencias. Hasta hace un par de años, ambos éramos los típicos adolescentes que pasaban horas riéndose en un centro comercial, probándose modelitos absurdos y poniendo canciones extrañas en tiendas de móviles. Ahora ella tiene una casa propia, y una hija. Y yo ahora soy el típico adolescente que pasa el día a solas pensando en lo mierda que es el mundo. Natasha era todo lo que tenía, y yo era todo lo que ella tenía. Pero ahora ella tenía que cuidar a Aurora, y no tenía tiempo pero chicos tristes e inmaduros como yo. “¿Sabes lo que es despertarse a las 4 de la mañana porque tu niña está llorando?” No, Natasha, no lo sé. En mi casa soy yo el niño que pasa el día llorando.

La relación con mis padres no es del todo mala, pero nunca se han llegado a preocupar demasiado por mí. Su trabajo es todo lo que les importa, y lo comprendo, yo tampoco querría pasar tiempo conmigo mismo. Si tuviese elección.

Llego a mi casa, voy viendo los vídeos que YouTube me recomienda hasta llegar a una lucha entre un escorpión y una araña, demasiado oscuro hasta para mí.
¿Y para qué sirve vivir?
Navego por mis aplicaciones, todo basura inútil. Borro fotos y conversaciones antiguas, salgo de grupos por los que ya no hablo. Necesito algún juego nuevo. Voy a la tienda de aplicaciones, ya he jugado a toda la mierda que me recomiendan. No sé qué buscar. Odio la vida y es lo único en lo que pienso. Voy a buscarlo.
“Simulador de muerte”. La imagen de la aplicación es un cuadrado negro. Tiene una valoración media de 3.7 sobre 5, suficiente. La instalo y la abro.


“¿Quieres ver qué pasaría si murieses?”
¿Que a todo el mundo le da igual y la vida sigue como si nada? Puede ser divertido verlo, acepto.

“¿Estás seguro de que deseas continuar? No podrás abandonar la simulación hasta que hayas acabado. Es probable que lo que veas no te guste, la empresa no se responsabiliza.”
Imagínate a alguien lo suficientemente raro como para hacer esta app, pues ahora multiplícalo por 1000 y ese soy yo. El que se instala esta app y da a aceptar.

De pronto veo todo negro, es como si no estuviese en ningún lado, pero a la vez soy consciente de mi propia existencia. Abro los ojos, pero no por voluntad propia. Me levanto de la cama, sin hacer ningún esfuerzo. Voy al baño y me miro en el espejo. Rectifico:

Va al baño y se mira en el espejo, se moja un poco los ojos y da la cara por lavada.
“¡Aurora, me voy a trabajar! Recuerda no abrir la puerta a nadie, bajo ninguna circunstancia. Si escuchas disparos, escóndete bien y no hagas ruido.” grita su madre.
Baja al salón y se echa muesli y leche de avellana en un cuenco, lo coge y se pone a ver la tele. Todo lo que salen son guerras, tiroteos e incendios. El mundo entero está en llamas, y ella parece acostumbrada. Suenan golpes en la puerta, la niña se queda paralizada. Sabe que debería apagar la televisión y fingir que la casa está vacía, pero sus manos no responden. Suena un golpe más fuerte y aparece un hombre armado. Se acerca a la niña y la agarra por detrás, tapando su boca con una mano y poniendo su pistola contra su cabeza con la otra. Aurora sabe que ya no puede hacer nada, que su vida ha acabado. Un disparo. El atacante se desploma y aparece Natasha corriendo, con su arma en la mano, a abrazar a su hija.

De nuevo, todo negro. No llego a comprender cómo estoy viendo todo esto, está claro que no estoy mirando a la pantalla de mi móvil. Vuelvo a abrir los ojos.

La niña, que ahora es una adolescente, coge una grabadora y se sienta en el suelo. Empieza a grabar y resopla.
“Soy Aurora, hoy cumplo 16 años. Y no voy a cumplir más. Todo lo que conozco ha desaparecido y mi vida consiste en esconderme. Todo empezó hace 14 años, cuando Aleksei, el mejor amigo de mi madre, perdió la vida. Un coche que circulaba demasiado deprisa por las calles en ruinas le atropelló. Su padre, indignado porque su hijo había muerto por el mal estado del país, empezó a convertirse en un icono de la necesidad de una renovación. Decidió meterse en política, tenía el apoyo de miles de ciudadanos que comprendían su sufrimiento como padre. Sus planes y deseos eran buenos, pero cuando llegó a la presidencia quedó claro que no estaba preparado dirigir un país. La situación solamente empeoró, millones y millones se usaron para modernizar las calles y hacerlas más seguras. Pero a la vez, muchos sectores importantes, como la educación o la sanidad, fueron olvidados. Había que echarle, no podía seguir siendo el presidente, y la única opción era un hombre que desencadenó guerras entre distintos grupos de la población. Y pronto metió al país en guerras a escala mundial. El caos se globalizó, no había orden y no había buena voluntad. La ley del más fuerte (mejor dicho: la ley del más violento) era la única vigente. Mi madre, como gran parte de la población, murió en un saqueo. A mí me han secuestrado, violado, vendido y esclavizado más de una vez. Y yo ya no aguanto más. La lección que debería sacar de todo esto es que todos somos piezas fundamentales en este mundo, que si Aleksei no hubiese muerto yo ahora viviría una vida feliz y llena de comodidades. Pero mi vida ya no es vida, y prefiero no seguir adelante. Espero, sin embargo, que esta grabación ayude a alguien a comprender lo que está pasando y le de las fuerzas que yo no tengo para luchar.”

Todo negro, siento lágrimas caer por mis mejillas. Abro los ojos, estoy sobre mi cama. Mi móvil entre mis manos. Tengo que comprobar que Natasha y su bebé están bien. Probablemente todo lo que he visto ha sido fruto de mi imaginación, pero ha sido demasiado duro como para ignorarlo y olvidarlo. Salgo corriendo de casa con lo puesto. Ya veo el piso de Natasha, giro la última esquina. Se oye un claxon, un frenazo, veo una luz. Y ya no vuelvo a ver nada.